
Estos pañuelos tanto gustaron a Luis XIV que diseñó para el regimiento un pañuelo con la insignia Real al que denominó Cravette, proveniente del vocablo Crabete, que significa Croata.
Pronto la idea se extendió y cruzó el canal haciéndose un hueco en Inglaterra, que se convirtió en el epicentro de la moda textil, gracias a la lana y la seda que le proporcionaban sus colonias. Así el accesorio se adoptó en el resto de Europa. Y también en ultramar.
En un principio se vestían todo tipo de tejidos y estampados, no existían patrones determinados, e incluso se podían ver diseños de múltiples tamaños con borlas y cordones.
Aunque muchos historiadores predecían la desaparición de la corbata, ya que no tenía sentido llevar un "trozo" de tela al cuello, esta prenda perdura hasta nuestros días, y es el complemento indispensable del guardarropa de los caballeros.
¿Qué sería de un elegante traje sin una preciosa corbata?
La corbata añade estilo, elegancia, color y textura a la austera camisa, destacando la verticalidad del cuerpo. Un buen traje, aunque se note su calidad, no luce tanto como vistiendo una elegante corbata de seda.
La corbata y la camisa comienzan su evolución de forma conjunta. Los cuellos se hacen más amplios para adaptarse a esta nueva prenda. Los lazos evolucionan, surgiendo formas que en la actualidad aún seguimos utilizando, como los nudos Windsor o el clásico americano.
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