jueves, 30 de noviembre de 2006

Gilda y Madame X

Uno de los más famosos trajes de Marilyn, el que vestía cuando le cantó a Kennedy el celebérrimo Happy birthday, fue obra de un experto en símbolos sexuales: el diseñador y vestuarista Jean Louis, que pasaría a la historia por el traje negro de Rita Hayworth en Gilda; aquella inteligente y bella mujer que todo hombre desea. Llevando un escote que a partir de entonces se llamaría "Gilda" y moviéndose al compás de la canción "Put the Blame on Mame" (que canta con una voz prestada), mientras se quita elegantemente aquel guante... Rita Hayworth se convierte, así y para siempre, en una de las míticas mujeres fatales. Aquel modelo de Jean Louis, que volvió locos a los hombres de medio mundo, estaba inspirado en un cuadro de John Singer Sargent, el retrato de Madame X, pintado entre 1883 y 1884. Cuando "Madame X" fue mostrado en el Salón de 1884 se convirtió al instante en un escándalo en la sociedad francesa como consecuencia de su marcada postura sexual y el color pálido de su piel. La Señora X era en realidad la Señora Gautreau (1859-1915) dama reconocida de la sociedad parisien de la época, por su belleza y por su estilo en el vestir, justamente una de las cosas que se reprochaban del lienzo.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

El desasosiego de Bernardo Soares

“El calor, como una ropa invisible, dan ganas de quitárselo” Fernando Pessoa. El libro del desasosiego

martes, 28 de noviembre de 2006

En la bombonería

Bocadillos de banana. Masitas de avellanas y de almendras. Bombones de nougat y de nuez. Chocolates al ron. Cerezas con coco. Trufas de chocolate y crema moca. Marróns glasé. Cericettes. ... y Sombreros de confitería.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Impermeables

En el siglo XVI los conquistadores españoles observaron que los nativos del Nuevo Mundo recubrían sus capas y mocasines con una resina blanca procedente de un árbol local: la hevea del Brasil. Su blanca savia se coagulaba y secaba con rapidez, sin dejar rígido el tejido. Los españoles dieron a esta sustancia el nombre de “leche de árbol”, y, copiando el método de los indios con su “sangrado” de los árboles, aplicaron el líquido a sus casacas, capas, sombreros y pantalones, así como a las suelas de su calzado. Estas prendas repelían efectivamente la lluvia, pero con el calor del día el recubrimiento adquiría una consistencia pegajosa y se adherían a él hierbas secas, polvo y hojas muertas que, al refrescar por la noche, quedaban incrustadas en las ropas. Esta savia fue introducida en Europa, y científicos notorios hicieron experimentos para mejorar sus propiedades. En 1748, el francés François Fresneau descubrió un procedimiento químico que favorecían una mayor flexibilidad y menos pegajosidad, pero los aditivos químicos despedían un olor sumamente desagradable. Fue en 1823 cuando el químico escocés Charles Macintosh, realizó un descubrimiento trascendental que inició la era de las modernas prendas impermeabilizadas, pegando al tejido capas de caucho tratado con nafta.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Maestros: Poiret

Paul Poiret nació el 8 de abril de 1879 en un ambiente propicio a los placeres sensuales, pues sus padres eran comerciantes de telas en el barrio de Les Halles. Comenzó a trabajar como chico de los recados en el taller de un paragüero, de donde tomaba retales de seda con los que elaboraba extravagantes creaciones que hacían las delicias de su madre y hermanas. Su talento como dibujante le procuró un puesto en el taller del famoso modisto Doucet, de quien aprendió el arte de la costura y la buena vida. En 1901 ingresó en el taller Worth, el más importante del momento y dos años después montó su propio salón de moda. Encontrando ridículas a las mujeres de busto curvo y trasero prominente Paul Poiret comenzó su batalla contra el corsé. En 1906 diseñó un traje sencillo, entallado directamente bajo los pechos y que caía recto hasta los pies. La nueva mujer del diseñador era modesta, joven y de movimientos descaradamente libres. Bajo sus vestidos se escondía una hermosa figura y no un buen corsé. Lamentablemente su estilo pronto comenzó a degenerar. Cada vez subía más el talle, y en consecuencia, los pechos. Además, sus escotes eran cada vez más pronunciados y sus faldas más estrechas. En 1910 lanzó la falda trabada, que obligaba a las mujeres a ir dando pequeños pasitos. En esta ocasión las mujeres no siguieron los dictados del genio. Esto no preocupó mucho a Poiret, que siguió vistiendo a la mujer a su antojo, con caftanes, quimonos y pantalones bombachos, y cubriéndola con velos, túnicas y turbantes. El lujo en todo su esplendor, bordados de vivos colores, puntillas de oro y plata, perlas y plumas. Lo oriental era el último grito tras el éxito en 1909 de los Ballets Rusos en París, que influenciaron las artes, la moda y, en definitiva, el estilo de la década.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Trajes de baño II

La australiana Annette Kellerman, que tras sufrir poliomielitis había recuperado las fuerzas y la salud gracias a la natación, se convirtió en la primera gran campeona de este deporte. Se dedicó a demostrar su nivel enfrentándose a los hombres y, en 1900, causó un gran escándalo en Estados Unidos al presentarse vestida con un maillot similar al de ellos, en una competición. La policía la detuvo, pero los periódicos del mundo entero publicaron su foto. Desde entonces hubo un único traje de baño para todos. Habrá que esperar al 3 de julio de 1946 para ver el primer desfile de modelos en los trampolines de la piscina Molitor de París. Ese año, los americanos habían realizado ensayos con la bomba atómica en el atolón Bikini, en el archipiélago de las Marianas. Inmediatamente la casa Reard lanza su propia bomba en Francia: un bañador de dos piezas reducidas al que llaman bikini. El ombligo deja de ser un secreto. El atuendo resultaba tan audaz para la época que las modelos se negaron a pasarlo, por lo que tuvo que ser una bailarina del Casino de París, Micheline Bernardi, quien lo exhibiera públicamente. En 1964 aparece en monokini, sólo la parte inferior. La tanga, un cordón entre las nalgas y un triángulo por delante, es la última transformación del bañador.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Trajes de baño I

Hacia 1780 se inicia en el sur de Inglaterra la moda de los baños de mar, pero hay que esperar treinta años para ver, en el verano de 1812, a la reina Hortensia lucir en Dieppe lo que podría considerarse el primer traje de baño moderno: un conjunto de punto, color chocolate que consistía en una camisa bordada cubierta por una túnica de manga larga, con pantalones a la turca ceñidos a los tobillos y, en el pelo, una carlota inspirada en el gorro de dormir. Ese fue el arquetipo de traje de baño femenino, vigente hasta finales del siglo XIX: debía estar exento de cualquier connotación erótica. Para ello se usaron colores lo menos favorecedores y más oscuros posibles: tras el color chocolate de Hortensia vinieron los marrones, los grises oscuros, los burdeos y el negro. Hasta la segunda mitad del XIX, los caballeros llevaron un traje de punto de una sola pieza, combinación de calzoncillo y camiseta, normalmente a rayas. Las señoras, cubiertas con una capa hasta los pies, corrían con el sombrero y los zapatos puestos, desde la caseta hasta la arena húmeda. Se quitaban la capa y los zapatos antes de meterse en el agua hasta las rodillas. Se salpicaban un poco unas a otras y, tiritando ostensiblemente, volvían a ponerse el albornoz y regresaban corriendo. Frecuentemente las casetas eran rodantes, tiradas por mulas, y entraban hasta el agua, para que se pudiera entrar y salir directamente, sin fatigarse.

jueves, 23 de noviembre de 2006

En la bombonería

Frutas confitadas. Yemitas. Bombones de dulce de leche, de dulce de membrillo o batata, de coco, de frutas y de menta. Merenguitos. Mantecados de Astorga y de coco. Polvorones. Bombones dietéticos. Princesitas. Frutas de mazapán. ... y Sombreros de Confitería.

Jezabel o ...aquel vestido rojo....

Nació en el siglo IX a. C. una princesa fenicia llamada Jezabel que llegó a convertirse en la reina de Israel por medio de la infamia y la ignominia. Su condición de extranjera, mujer y adoradora de dioses foráneos hicieron de ella una triple amenaza. Así, desde el momento de su llegada a Israel, su independencia, agresividad y ansias de poder le granjearon la hostilidad de sus enemigos, que no cesaron de conspirar para acabar con ella, hasta finalmente asesinarla. Pero, ¿era en realidad tan malvada como ha quedado reflejado en el Antiguo Testamento y el libro de los Reyes, o fue simplemente una mujer incomprendida y avanzada a su tiempo? En Jezabel un capricho marca el destino. La sureña Julie Marsden (Bette Davis) ama al joven banquero Preston Dillard pero ambos parecen estar destinados a no compartir sus vidas. Durante el baile en el que anunciarán públicamente su compromiso, y contra toda regla social, la novia se presenta vestida de rojo. Pero la rebeldía juvenil cambia de escala en la fiesta. Los invitados se niegan a saludarla. Su joven prometido la obliga a bailar frente a la desaprobación general. De a poco todos abandonan la pista, él la sujeta fuerte y no la deja huir hasta terminar la pieza solos en el medio del salón. Esa acción es irreparable y es la madre de todas las acciones encadenadas a un vestido rojo que se convierte en el símbolo del desaire. Sólo una plaga, la fiebre amarilla, le devolverá a Jezabel su dimensión en el mundo y la oportunidad para realizar un acto inmenso, a la altura de la bola de nieve de desgracias que fue tejiendo a lo largo de su vida.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Chalecos

La palabra procede del turco ielék, (en el francés actual es gilet, tomado de la antigua forma española, jileco). A España llegó a través del árabe yalíka. La palabra se encuentra ya en la primera edición de El Quijote (1605), donde aparece el diminutivo de gileco: gilecuelo. El chaleco tenía una función práctica: abrigaba el pecho bajo la chaqueta, añadía 4 bolsillos y servía de sujeción a la corbata. Cuando, a principios del siglo XX, el chaleco se hizo de la misma tela que el traje, a las tres piezas (pantalón, chaqueta y chaleco) se les llamó terno. En el corte clásico, el chaleco debe verse siempre, aunque la americana está abrochada. El chaleco no se recuperó nunca de las restricciones de tela impuestas durante la II Guerra Mundial, y la calefacción de los despachos modernos casi ha acabado definitivamente con él.

martes, 21 de noviembre de 2006

Sombreros de confitería.

Plumas rojas + Guillermo Tell + Pasamanería + Medioevo + Puntillas de la abuela + Tapicería = Sombrero de Confitería

Camisas

La camisa de vestir del caballero, y su símbolo, ha sido tradicionalmente la camisa blanca y sin bolsillos en el delantero. Estos se incorporaron cuando el chaleco fue cayendo en desuso, pero, aún en el caso de tener bolsillos, a un caballero no se le ocurriría jamás meter nada en ellos. Las primeras camisas se metían directamente por la cabeza, y hubo que esperar hasta que en 1871, Brown, Davis & Co. De Aldermanbury registraran el primer diseño en Inglaterra “estilo abrigo”, abierta en la parte delantera. La camisa de rayas, conocida como "camisa de regatas", por usarse en estos acontecimientos deportivos, nació hacia 1870, y no se aceptaba como vestimenta formal. Para conseguirlo, hubo que añadirle puños y cuello blancos, que demostraban que con el color no se trataba de ocultar la suciedad. Este estilo aún perdura en la City, el centro financiero de Londres. A principios del siglo XX, coincidiendo con el abandono del corbatón, se puso de moda el cuello actual con vuelta, y hacia 1930 se celebró con gran júbilo la llegada del cuello Van Heusen, cuya tela iba tejida al bies para que sentara mejor, y llevaba incorporada la línea por la que se dobla.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Camisones y pijamas

A fines del siglo XVI, cuando la moda prescribía cinturas encorsetadas, ropajes suntuosos y pelucas empolvadas, llegó a ser un lujo, tanto para los hombres como para las mujeres, ponerse al finalizar el día algo más cómodo. En esa época, el término “camisón” o “camisa de dormir” designaba en Europa una prenda larga hasta los pies y unisex, abrochada en su parte frontal y provista de mangas largas. Destinado también a procurar calor, el camisón solía ser de terciopelo o de lana, forrado y adornado con pieles. Durante los ciento cincuenta años siguientes, hombres y mujeres usaron en la cama esta misma indumentaria básica, sin más diferencias que los encajes, cintas o bordados que adornaban las prendas femeninas. En el siglo XVIII se inició una importante divergencia de estilos con la aparición del llamado negligée para las mujeres. Este término surgió cuando las diferencias en estilos y telas para las camisas de dormir masculinas y femeninas se hicieron más pronunciadas. El negligée femenino, una prenda más ajustada, de seda o de brocado, con plisados o encajes, y a menudo sujeta a la cintura, no sólo servía para dormir, sino también como atuendo informal para estar por casa. La noción de relajarse con esta prenda, es decir, de no efectuar ningún trabajo doméstico, va implícita en el origen latino de la palabra: neglegere, o sea “descuidan”. En el mismo siglo, se acortó el camisón masculino, más sencillo y holgado y era corriente que el hombre descansara en su casa ataviado con pantalones y una de esas camisas, e incluso llevara ésta durante el día como ropa interior. Se popularizaron unos pantalones amplios importados de Persia que, cortados al estilo de los calzones del harén que llevaban las mujeres orientales, recibieron el nombre de pijama, palabra derivada de pae, en persa “prenda para la pierna”, y jama, “ropa”. La camisa de dormir y los pantalones persas, que al principio diferían en color, tela y estampado, se convertirían en el conjunto más estilizado que se conoce hoy como pijama.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Ropa Interior

En el mundo antiguo, la ropa interior que se utilizaba bajo las amplias capas de togas, no era reconocida como una prenda corriente de la indumentaria. Antes del siglo XIX, la ropa interior (en caso de utilizarse) era muy simple, puesto que consistía en una camisa holgada y algún tipo de calzones de tela. Como no se mostraban a nadie, en las prendas de ropa interior apenas revestían importancia el estilo y las hechuras. Una notable excepción, durante aquellos períodos en que la cintura y el busto de la mujer fueron artificialmente ceñidos y modelados, fue el corsé, creado para conseguir ese efecto. Los historiadores de la moda registran un cambio importante en la ropa interior y en la actitud del público respecto a ella, alrededor del año 1830. La ropa interior adquirió mayor consistencia y longitud, y pasó a formar parte rutinaria del atuendo. Por primera vez en la historia, no llevar ropa interior implicó suciedad, descuido, grosera indiferencia a los buenos modales, e incluso moral licenciosa. Se cree que esta transformación fue el resultado de la confluencia de tres factores: el auge del pudor victoriano y sus correspondientes dictados en cuanto a la modestia en el atuendo; la aparición de telas más finas y ligeras y los conocimientos médicos acerca de los gérmenes que, combinados con el enfriamiento del cuerpo, producían enfermedades. En ese entonces, la ropa interior era blanca, generalmente almidonada, a menudo áspera y confeccionada casi siempre a base de batista, franela o calicó. Desde la década de 1860, la ropa interior femenina empezó a ser diseñada buscando en ella un atractivo, y en el año 1880 la seda se convirtió en la tela predilecta para este fin.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Las últimas...

mailto:tresmandarinas@yahoo.com.ar

Maja vestida

Las Majas se pueden considerar las obras maestras de Goya, tanto por la leyenda que existe a su alrededor como por las propias imágenes. Hay que advertir que le causaron problemas con la Inquisición en 1815, de los que le libró el Cardenal don Luis de Borbón o, en último término Fernando VII, a pesar de que la relación entre ambos no era buena. La Maja Vestida tiene menos fama que la Maja Desnuda, pero no deja de ser igual de bella. Es una mujer de la aristocracia, por su traje de alto copete, tumbada en un diván sobre almohadones, en una postura claramente sensual porque se lleva los brazos detrás de la nuca. La pincelada empleada aquí por Goya es más suelta, más larga que en su compañera, lo que hace pensar que sería posterior. El colorido de tonalidades claras aumenta la alegría de la composición. Respecto de la desnuda, es de técnica más abocetada, libre y avanzada, indudablemente goyesca en el sentido estricto de la expresión. La vibración del color, la delicadeza de los ropajes y la manera de acusar el cuerpo bajo las telas la hace más atractiva e incluso incitante, respondiendo a la feliz definición de la condesa de Pardo Bazán, quien la llamó "más que desnuda". Los transparentes volantes de los almohadones, el breve bolero amarillo o la faja rosada, son dignos de mención entre la riqueza cromática que Goya desplegó a lo largo de su vida Para muchos espectadores, la Maja Vestida es más atractiva que su compañera por lo ajustado de su vestido y la postura provocativa, ya se sabe que muchas veces resulta más erótico insinuar que mostrar.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Zóster y apodesmo

Cuenta Homero, gran poeta de Atenas, como Afrodita, la diosa del amor, prestó su maravilloso ceñidor, que moldeaba a la perfección su femenina cintura, a Hera, esposa del gran Zeus. Con este atuendo se propuso volver a conquistar a su infiel marido y padre de todos los dioses, que no dejaba de asediar a un sinfín de jovencitas. Cuando Zeus vio a Hera lucir tan delicada prenda, cayó rendido a sus pies, ardiendo de amor y loco de deseo. Quedando para siempre atrapado por la innegable belleza de su esposa. Aunque las diosas, así como las mujeres de la Antigüedad en Grecia y Roma, no conocían el concepto de ropa interior que tenemos hoy en día, sabían que para hacer valer su hechizo y estar irresistibles, el tejido que cubría su piel era una potente arma que podía hipnotizar incluso a los dioses del Olimpo. Este ceñidor, capaz de despertar las más ocultas pasiones, era la prenda interior femenina de la época y recibía el nombre de zóster. Era una larga banda de paño bordada, casi siempre confeccionada en lino blanco, que las jóvenes solteras colocaban en su cintura. Estas prendas estaban dotadas de un gran valor simbólico y social, ya que cuando las mujeres contraían matrimonio, estas bandas eran desatadas por sus esposos como símbolo de su unión. Por otro lado, las mujeres casadas, además del zóster, cubrían también sus senos con otra banda llamada apodesmo, muy ricamente adornada con cintas de todos los colores. Según nos cuenta la Historia, la ropa interior de la época no sólo cubría las partes más íntimas de la mujer, sino que determinaba su estado civil y también su posición social, ya que estas prendas eran más lujosas y ricas en complementos dependiendo del poder adquisitivo de quien las llevaba. En la época de las monarquías europeas y el período napoleónico, el corsé tuvo un lugar privilegiado dentro de la historia de la lencería. Las mujeres buscaban por medio de esta prenda verse más espigadas y estilizadas, ya que gracias al corsé, que funciona por medio de tirantes, se lograban acinturar y reducir de tallas, sobretodo en la zona del abdomen, estilizando también la forma de los pechos.

martes, 14 de noviembre de 2006

Sombreros de confitería.

Tres sombreros de confitería César Taibo- 2006

Caballeros armados

En la Edad Media, la armadura cubre con planchas de acero todo el cuerpo de los caballeros, salvo la parte inferior de los muslos y las nalgas. Podían llegar a tener más de 250 piezas y pesar unos 30 Kg. Sus piezas principales eran el yelmo –un casco totalmente cerrado-, la babera para la boca y la barbilla, la gola en el cuello y una cubrenuca. La entrepierna quedaba protegida por la carajera. Vestir al caballero era todo un trabajo, es por ello que tenían un escudero que los ayudaba. La primera pieza que se colocaba era la cota de malla, construida con anillos metálicos de muy pequeño diámetro, unidos en eslabones sobre una base de cuero. Una buena cota de malla podía tener doscientos mil eslabones, por lo que estas piezas costosas solo estaban al alcance de caballeros y nobles muy ricos. La cota de malla alcanzó su máximo esplendor a comienzos del siglo XIV, y si bien ofrecía una protección muy eficaz ante espadas, puñales y flechas, nada podía hacer para contrarrestar los golpes contundentes de las temibles mazas. Un caballero en su armadura y sobre su caballo era casi indoblegable, pero si caía al suelo era un contrincante muy fácil de abatir. Las superficies estriadas de las armaduras góticas de combate, dejaron paso, a comienzos del siglo XVI, a las adornadas armaduras doradas. Estos adornos incluían motivos complicados, dibujos y filigranas, figuras de animales e instrumentos musicales, en lo que llegó a denominarse “estilo de Pisa”. Hacia finales de ese siglo el estilo se hizo más minucioso y menos funcional, con magníficos ejemplos de superficies recubiertas de incrustaciones, grabados niquelados o damasquinados de metales preciosos de costosísima factura. Estas armaduras de exhibición, también llamadas de gala, eran inútiles por completo en el campo e batalla y fueron uno de los caprichos predilectos de los reyes y personajes de la alta nobleza, quienes en muchos casos las mandaban fabricar para hacerse retratar con ellas. Incluso llegaron a fabricarse modelos infantiles.

lunes, 13 de noviembre de 2006

Desnudos

Una de las herencias culturales que hemos recibido de la Antigua Grecia es el género artístico del desnudo. Para los griegos, el cuerpo masculino desnudo expresaba plásticamente todas las potencialidades del hombre perfecto. La imagen de un hombre desnudo se asociaba con el ideal atlético, el coraje, el heroísmo, la belleza física unida a la nobleza espiritual. Por el contrario el desnudo femenino, en un mundo dominado por el hombre, estaba mal visto.Grecia era una sociedad patriarcal que sometía a la mujer a una condición de indudable inferioridad. Los ciudadanos de una polis ocupaban los lugares privilegiados, tenían una vida pública y activa; por el contrario las mujeres debían permanecer recluidas en el gineceo. La consecuencia artística fue que el desnudo femenino, para la Grecia clásica, equivalía a marginalidad. En las pinturas y esculturas arcaicas o clásicas tanto las diosas como las protagonistas de la epopeya se representaban invariablemente vestidas. Los ejemplos de desnudo femenino correspondientes a estos períodos pertenecen a prostitutas La situación cambió durante el siglo IV a.C. La crisis religiosa originada por los cuestionamientos de los sofistas y las reflexiones de los grandes filósofos condujo a una cierta irreverencia en el tratamiento de los dioses tradicionales. Además se produjo un incremento en la consideración social de las mujeres ya que muchas de ellas se vieron obligadas a asumir tareas masculinas mientras sus esposos luchaban en los conflictos bélicos de la época. En los vasos pintados se percibe una temática que apunta a una clientela femenina que ya no admite ser un mero objeto sexual. Se privilegian las representaciones del gineceo, las joyas, los vestidos lujosos, los cosméticos, los regalos amorosos. Afrodita se hace presente cada vez más como modelo a seguir entre las damas griegas, quienes se muestran en su gineceo rodeadas de encantadores Eros que se multiplican para satisfacer su coquetería. Hacia el 350 a.C. el escultor Praxíteles introdujo la transformación esencial en el concepto de belleza vinculado a la mujer: generó el arquetipo de belleza femenina a través del desnudo con su obra la Afrodita de Cnido, modelo para la famosa Venus de Milo. La desnudez dejó de ser exclusiva prerrogativa del hombre como símbolo para expresar la virtud. A partir de Praxíteles la virtud femenina se equipara, visualmente, a los modos de representación masculinos. El conflicto inicial entre desnudez femenina y virtud quedó finalmente resuelto. La Afrodita de Cnido se convirtió en el paradigma de belleza y armonía, en el modelo para la representación ideal de la mujer en la civilización occidental.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Maestros: Elsa Schiaparelli

La diseñadora dio sus primeros pasos con un práctico jersey negro con un gran lazo blanco con apariencia de mariposa. Los almacenes americanos Strauss, al ver aquellas elegantes prendas encargaron 40 unidades. Elsa nació en Roma en 1890 en el seno de una familia culta y bien situada. Su carrera como diseñadora comenzó al conocer a Poiret. El encuentro ha pasado a la historia: Elsa asistió a un desfile del creador y, tras el pase fue sorprendida por Poiret probándose un abrigo de terciopelo negro y forro de seda azul. "¿Por qué no se lo compra?", preguntó el maestro. Ella le respondió que no podía permitírselo y, además, que no tendría oportunidad de lucirlo. Poiret le dijo: "Una mujer como usted puede llevar cualquier cosa en cualquier ocasión. Y deje de preocuparse por el dinero". Aquel fue el primer regalo que el generoso Poiret le hizo. Schiaparelli abrió su primera tienda en la Rue de la Paix. Quería vestir a la mujer moderna con prendas sueltas y funcionales combinables entre sí. En 1933 diseñó su primer vestido largo en crespón de China blanco combinado con una chaqueta de frac. Un éxito clamoroso que fue copiado en todo el mundo. La prensa se deshacía en elogios sobre su originalidad y los artistas se dejaban cautivar por su magia y por su uso de los principios surrealistas: el zapato sombrero, los guantes con uñas doradas incorporadas, el vestido "andrajoso" o el bolso de terciopelo negro con forma de teléfono. Elsa, se superaba siempre a sí misma, en sus diseños y presentaciones y desfiles, que se convertían en verdaderos espectáculos teatrales. Su máxima aspiración era causar sensación, por lo que su última colección se llamó precisamente Shocking Elegance y su perfume más apreciado, cuyo frasco tenía la forma de un torso femenino, fue bautizado con el nombre de Shocking. Durante la guerra, la diseñadora se hundió en serios problemas económicos, sus modelos no eran los más adecuados para aquellos tiempos de postguerra. Hasta su muerte, en 1973, vivió de los ingresos derivados de sus perfumes.

sábado, 11 de noviembre de 2006

La vida de una cortesana

Nacida en 1824, en el mismo año que Alejandro Dumas, Alphonsine Plessis llegó a París como modista, haciéndose llamar Marie Duplessis. No se desempeñó mucho tiempo en esta labor, pues su delicada belleza atrajo rápidamente la atención del dueño de un restaurante, quien la instaló en un departamento. Su primer amante fue reemplazado poco después por el duque de Guiche, un pudiente joven mundano que había salido del ejército. Como amante del duque, Marie Duplessis se convirtió en la comidilla de París, asediada por multitud de pretendientes enloquecidos por su hermosura. Tenía entonces apenas 16 años. Paseos diurnos en carruaje, asistir por la noche a la ópera o al teatro, ofrecer deslumbrantes fiestas y tener encuentros románticos con hombres deseosos de contribuir a su manutención: tal era la vida de una cortesana. Los servicios de Marie llegaron a ser tan bien pagados que se decía que gastaba 100 000 francos de oro al año. Su ropa era elegantísima y se rodeaba de flores. Pero el aroma de las rosas mareaba a Marie, por lo que usaba camelias, sin olor, y llenó su casa con las delicadas flores hasta que un observador comentó: "Era prisionera en una fortaleza de camelias." Marie leía y discutía todos los libros de su biblioteca con sus múltiples amigos, además de ser reconocida como una consumada pianista. Ella admitía que su único defecto era decir mentiras. Pero disculpaba alegremente esto, afirmando: "Las mentiras conservan blancos los dientes.". Esbelta y pálida, Marie era de una belleza etérea. Pero también era enfermiza. El encuentro de Alejandro Dumas y Marie Duplessis tuvo lugar a principios del otoño de 1844 y fue seguido por un breve y agridulce romance, pero el argumento pertenece a la novela que Dumas publicó cuatro años después, “La dama de las camelias”. Dumas se alejó de Marie, aunque ella le ofreció ser su amiga en lugar de amante. El 30 de agosto de 1845, él le escribió para dar fin a la relación que le había provocado tantos problemas: "No soy lo bastante rico para amarte como quisiera, ni tan pobre como para que me ames como quisieras... Tu corazón es muy grande para no entender esta carta y tu inteligencia demasiada para no perdonarme."

viernes, 10 de noviembre de 2006

Sombreros de confitería.

Pirotín. Casquete de gros de tapicería. Moños de cinta y lazos.

jueves, 9 de noviembre de 2006

La nueva silueta

Lo que trasforma completamente la silueta 1973 es la vuelta a la cintura fina, que se subraya en muchos casos por una cintura alta, una cinta-corselete, que sube hasta por debajo del busto y lo acorta, como en el caso de C. Dior. Para el día triunfa el estilo camisero, sencillo y natural, donde los vestidos plisados se acompañan de sacos tipo cardigan cuyas telas contrastan en muchos de los casos. Todos estos vestidos llevan cinturones anchos o angostos bien ajustados al talle. A esta moda voluntariamente sencilla para el día, se opone para la noche un estilo más bien sofisticado. Vuelven los grandes escotes, los drapeados, las batas cruzadas o con breteles que se disimulan bajo cortas chaquetas que por lo general marcan bien el talle. Se desnudan las espaldas y los brazos se cubren con largas estolas de plumas de avestruz o de volados en echarpes de la misma tela del vestido. Para la casa y la familia Diario La Prensa, domingo 25 de marzo de 1973

martes, 7 de noviembre de 2006

Maestros: Lacroix

Su nombre es Christian Marie Marc Lacroix y nació en Arles, Francia, el 16 de Mayo de 1951. Inició su carrera en la moda como dibujante y asistente del diseñador Hermes, y antes de abrir su propia casa de Alta Costura en 1987, se desempeñó como diseñador y director artístico de la tradicional casa Patou. Su gran sueño era confeccionar el vestuario de grandes obras teatrales, pero acabo dedicándose a la moda, a la que llena de dramatismo y expresividad. Considerado “el más hispano de los diseñadores galos”, su costura está llena de guiños y referencias a España, al flamenco, a los toros... Sus tejidos, de gran riqueza, incluyen estampados que recuerdan a los mantones de Manila, y entre sus accesorios preferidos se encuentran las cruces. Dramático y recargado, Christian Lacroix es un maestro para crear diseños complicados y es uno de los pocos que puede mezclar cualquier tipo de tela, color, figura y estilo en un solo atuendo y concebirlo como si hubiese sido creado como una sola idea.

lunes, 6 de noviembre de 2006

Pill Box

Jacqueline Lee Bouvier, mejor conocida como Jacqueline Kennedy o Jackie O, le dió un nuevo significado a la relación entre moda y política durante sus años como “First Lady”. Cuando Jackie debutó como Primera Dama, la moda era algo descontrolada a causa de la influencia hippie y ella representó el resurgir del buen gusto. Simplemente dejó que la alta costura jugara de su lado, utilizándola como estrategia para ganar puntos a favor de su marido. “Las mujeres estiran el cuello para ver como está vestida Jackie”, rezaba un artículo publicado en la revista Life, durante la campaña presidencial de Kennedy en 1960. Simplemente su estilo era refinado, templado y sofisticado, características que firmas como Valentino, Givenchy y Chanel transmitieron perfectamente con los trajes diseñados para la ex Primera Dama. Sin embargo, su preferido era el francés Oleg Cassini, que interpretaba a la americana el sofisticado espíritu europeo. Entre los diseños que creó para Jackie se encuentran el vestido a media pierna de color salmón, que llevaba mientras recorría junto a su hermana el lago Pichola en la India; o el traje azul, tipo columna que luciera en la recepción para Ministros Extranjeros en México. Ambos de 1962. Jackie adoraba personalizar su vestuario con lazos para rematar de sutileza y femineidad su look. Así se convirtió en la reina de los detalles. Algunos incluso pasarían a la historia con la denominación “estilo Jackie”. Por un lado, tenemos el sombrero Pill box, aquel redondo y pequeño que acentuaba sus trajes sastre o sus magníficos abrigos de botones maximizados; y por el otro están las enormes gafas de sol en pasta que lucía a juego con prendas ligeras, como los pantalones capri o los pañuelos a la cabeza. “Look Jackie”. Un estilo natural, personal y sofisticado que marcó la historia de los Estados Unidos y la industria de la moda. Sombrero pill box al estilo “Jackie” en seda labrada gris y plata. Moño de cinta de organza. Sombreros de confitería César Taibo-2006

domingo, 5 de noviembre de 2006

Capas largas y chambergos

Leopoldo de Gregorio Esquilache, ministro preferido de Carlos III, hombre impetuoso y partidario de arreglarlo todo por la vía rápida, fue el firmante de las medidas que encendieron en 1766 las furias populares. En efecto, una vez lograda la libertad de comercio de cereales -su gran proyecto- satisfecho por la marcha de las obras que se llevaban a cabo en Madrid, Esquilache desempolvó un viejo proyecto de los tiempos de Fernando VI, proyecto que proponía la sustitución de las arraigadas capas largas y los chambergos -enormes sombreros de ala ancha- por capas cortas y el sombrero de tres picos o tricornio. Las razones esgrimidas eran, bien mirado, obvias: a nadie se le ocultaba que aquellas larguísimas capas permitían un embozo perfecto, bajo el cual podía ocultarse cualquier arma y que, asimismo, el sombrero de ala ancha "vertía sombra impenetrable sobre el rostro", por lo que capa y sombrero servían para cometer toda clase de impunes fechorías. Esquilache estaba convencido de que la modificación del tradicional atuendo era ineludible y así lo exigió Un pretexto tan fútil se convierte en causa de un motín. La imposición de la vestimenta sienta mal en una opinión pública manipulada por sectores del clero que, encubiertamente, se aprovechan de los efectos de la desastrosa situación económica - sequía desde 1760, carestía del aceite, jabón y pan, escasez de alimentos de primera necesidad - para oponerse a la política del monarca. El pueblo en armas, dueño de Madrid, se amotinaba exigiendo la vuelta del monarca, que había huido a Aranjuez. Los amotinados expusieron al monarca sus peticiones entre las que estaba la derogación de las disposiciones de la indumentaria. Después del motín, desaparecido Esquilache, al frente del país se afirmaba un nuevo equipo gobernante. El conde de Aranda supo poner orden en el caos y hasta logró imponer el uso de la capa corta y suprimir el uso del sombrero de ala ancha. Lo que Esquilache no logró por las malas, lo logró el conde por las buenas. Unas cuantas palabras suyas bastaron para que los estratos sociales más elevados se cortaran las capas y cambiaran de sombreros. Después, convenció a los representantes de los cinco Gremios Mayores para que hicieran lo propio. En octubre de 1766, Aranda reunía a los miembros de los 53 Gremios Menores y les convencía de las bondades del nuevo atuendo. Muy astutamente, Aranda dispuso que el verdugo -personaje maldito en todos los pueblos- usase precisamente la famosa capa larga y el chambergo que ninguna "persona de bien" llevaría de allí en adelante. Así, con habilidad, el pueblo, imitando a los nobles y diferenciándose del vil verdugo, cambió de indumentaria sin mayores aspavientos.

sábado, 4 de noviembre de 2006

Terno

El traje masculino moderno se fue adoptando en Europa entre 1770 y 1880, inspirándose en Inglaterra: un calzón beige con botas de montar, un chaleco de otro color, cortado en cuadrado y un frac de paño liso abotonado en el delantero. El traje de tres piezas de una misma tela (llamado terno), no aparece hasta 1855, época en la que empieza a propagarse en la forma del traje sastre moderno. Este se llamó en su origen tweed, porque un sastre que lo fabricaba desde 1840, lo hacía con tejidos provenientes de esa región de Escocia.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Sombreros de confitería.

Estilizado tocado de volutas de raso verde. Gotas de strass. Flor negra de organza plisada. Pequeño tocado de agujas de paraguas retorcidas. Galón de pasamanería y cinta de raso verde