sábado, 24 de noviembre de 2007

La belleza es un soberbio caballo desbocado

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Había un sombrero de paja azul con una larga cinta azul pálido encima de la cama, y unos guantes de encaje arrugados, de color castaño, marchitándose como dos hojas de cedro.
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Fusako vestía un kimono de encaje negro sobre una túnica roja, y una faja japonesa de brocado blanco. Su cara lechosa fluctuaba fresca en la oscuridad. A través del encaje negro se veía seductoramente el carmesí. Toda ella era una presencia que inundaba el aire circundante de dulzura femenina: una mujer lujosa y elegante. Ryuji no había conocido nunca a nadie como ella.
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El marino que perdió la gracia del mar
Yukio Mishima

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