martes, 6 de mayo de 2008

María Iluminada


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Durante la noche, para presumir, un negro de hollín podía ser una manera de la elegancia. El tono firme de mi vestido, de tafetán y falda terminada en puntas desiguales, más un tul de ilusión para prestarle las líneas umbrosas vaporosas. O de un traje de satén ciré. Pero otra vez llevé un fourreau bien noir, y el collar de perlas muy largo. Además un cabujón sobre el pecho en forma de polilla. Y el cabello incendiado y unas plumas índigo. Cuando iba a un diner dansant miraba hacia un lado y otro livianamente, y abstraída, y ficticia, y unas prisas, muy humor Art Déco. Entre las vidrieras curvas o en las escalinatas. En un sí soy no soy sentimental. Y entraba a los vestidores para toques discretos, para más ficticia. Para empolvarme y filetear bordes, y poner lilas fugaces por los párpados y los labios, o un carmín alizarina.
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Los días sentimentales
Nicolás Peyceré

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