jueves, 7 de diciembre de 2006

Corbatas

En 1660, los oficiales del regimiento Croata, héroes de la contienda con Turquía, se presentaron en París ante su Majestad Luis XIV (conocido por su buen vestir), llevando al cuello unos pañuelos de colores.
Estos pañuelos tanto gustaron a Luis XIV que diseñó para el regimiento un pañuelo con la insignia Real al que denominó Cravette, proveniente del vocablo Crabete, que significa Croata.
Pronto la idea se extendió y cruzó el canal haciéndose un hueco en Inglaterra, que se convirtió en el epicentro de la moda textil, gracias a la lana y la seda que le proporcionaban sus colonias. Así el accesorio se adoptó en el resto de Europa. Y también en ultramar.
En un principio se vestían todo tipo de tejidos y estampados, no existían patrones determinados, e incluso se podían ver diseños de múltiples tamaños con borlas y cordones.
Aunque muchos historiadores predecían la desaparición de la corbata, ya que no tenía sentido llevar un "trozo" de tela al cuello, esta prenda perdura hasta nuestros días, y es el complemento indispensable del guardarropa de los caballeros.
¿Qué sería de un elegante traje sin una preciosa corbata?
La corbata añade estilo, elegancia, color y textura a la austera camisa, destacando la verticalidad del cuerpo. Un buen traje, aunque se note su calidad, no luce tanto como vistiendo una elegante corbata de seda.
La corbata y la camisa comienzan su evolución de forma conjunta. Los cuellos se hacen más amplios para adaptarse a esta nueva prenda. Los lazos evolucionan, surgiendo formas que en la actualidad aún seguimos utilizando, como los nudos Windsor o el clásico americano.

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