Billy Pilgrim tenía una figura insensata: metro ochenta y ocho de estatura y un pecho semejante a una caja de cerillas.
No tenía casco, no tenía guerrera, no tenía armas, no tenía botas. Llevaba los pies metidos en unos zapatos de calle baratos —los mismos que había calzado en los funerales de su padre— a uno de los cuales le faltaba el tacón, lo que le hacía andar oscilando arriba-y-abajo, arriba-y-abajo. Este baile involuntario, arriba-y-abajo, arriba-y-abajo, le producía escozor en la articulación de la cadera. Su indumentaria, consistía en una chaqueta deportiva delgada, una camisa, unos pantalones de lana de la que pica, y unos calzoncillos largos impregnados de sudor.
… llevaba barba, una barba erizada y escasa, algunos de cuyos erizados pelos ya eran blancos a pesar de que Billy tenía veintiún años. Además se estaba quedando calvo y el viento, el frío y el ejercicio violento habían dado a su rostro un color carmesí.
No se parecía en nada a un soldado. Semejaba un mugriento pajarraco. Matadero Cinco
Kurt Vonnegut