Si bien decir París es decir alta costura, no es menos cierto que el padre del “haute couture” fue un inglés que llegó a la Ciudad Luz en 1845. Su nombre: Charles Frederick Worth.
Anteriormente, las damas de la élite europea dependían de modestas costureras para confeccionar sus vestidos y los estilos seguían los parámetros y caprichos establecidos por la realeza. No obstante, Worth sentó las pautas que definirían el concepto del diseñador moderno, atribuyéndose la categoría de celebridad mediante un acto atrevido pero sencillo: firmar sus prendas cual si fueran obras de arte.
Así pues, el joven Worth se convirtió en un personaje y trabajó en círculos privilegiados siendo el modisto favorito y vistiendo a personalidades de la época, como la Emperatriz Isabel de Austria, Eugenia, la esposa de Napoleón III, Sarah Bernhardt y Eleonora Duse.
Fue Worth quien también estableció el primer atelier, donde atendía a su clientela con gran esmero.
La mujer de la época no era más que un objetó decorativo adornado con plumas, galones y encajes y debía escoger su vestuario de la misma forma que escogía un fino florero o un delicado mantel. Esta era la época de la “dama ornamentada” o “femme ornée”.
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