Nadie mejor que George Bryan Brummel representa la quintaesencia de la elegancia masculina. Máximo exponente del dandismo, marca las tendencias del vestir y las maneras de la cosmopolita Londres.
Brummel nació en 1778 en el seno de una familia de clase alta; aunque no aristocrática. Su padre era secretario privado de Lord North, primer ministro durante el reinado de Jorge III, lo que le había permitido reunir una pequeña fortuna y su abuelo era un humilde confitero en Bury Street.
En Eton siendo niño, 1790, era reconocido por sus vestimentas y maneras refinadas. Allí consiguió su primera corte de admiradores gracias a su educación, sus maneras exquisitas y su fina e inteligente oratoria.
Un día, en una lechería de moda en el Green Park conoció al príncipe de Gales, quien lo miró con admiración y no sin cierta envidia, pues vio en él una impecable corbata, un no menos impecable conjunto de casaca, chaleco y pantalón y unos brillantes zapatos de punta afilada que se habían puesto entonces de moda.
El futuro Jorge IV de Inglaterra lo tomó bajo su protección y lo convirtió en su compañero favorito.
Su estilo y sus excentricidades eran el centro de las conversaciones de las clases altas. Todo Londres lo conocía por Beau Brummel. Popularizó el culto a si mismo así como el placer de sorprender y la satisfacción de no ser sorprendido jamás. Se convirtió en un oráculo de la moda y sus frases eran repetidas como muestra de buen gusto: "La elegancia no es un atuendo, es una filosofía", "Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no vas bien vestido”.
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