En aquella época me hallaba convencida de que las mujeres debían de ser muy débiles, físicamente, y que una especie de languidez, una perpetua convalecencia constituía la característica de la verdadera feminidad. Segura de que una mujer capaz de desmayarse a menudo era perfecta, una noche me acosté con una mano cerca de la garganta, imaginándome desmayada.
Cuadernos de infancia Norah Lange
1 comentario:
Todavía queda un poco de éso, aunque transformado. ¿A qué viene pintar ojeras a las modelos en las pasarelas?
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