
Así como hasta principios del siglo XX a cada circunstancia del día le correspondía, en el caso del hombre elegante, una indumentaria adaptada a ella, la juventud de los años veinte adopta la costumbre de vestirse durante todo el día con el mismo traje fabricado con un tejido de lana flexible y, más sorprendente aún, adopta la camisa de cuello blando.
Barba y bigote, antaño signos de virilidad, desaparecen bajo la máquina de afeitar popularizada por la marca
Gillette. La camisa
Lacoste, flexibilizada para la práctica del deporte, aparece en 1933; el cuerpo se mueve más y mejor. Cintura delgada, hombros con más cuerpo, sisas holgadas, el
London cut puesto a punto por el inglés
Scholte ofrece esta mezcla de clasicismo y comodidad que pondrá de moda
Eduardo VIII, principe de Gales.
Los grandes actores de Hollywood verán en él una referencia y popularizarán esta elegancia, aunque el modelo jamás será sobrepasado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario