A principios del siglo XX el luto ocupaba un lugar simbólico importante por su duración estricta y sus formas. La relación con el finado era determinante: una viuda, por ejemplo, se cubría la cabeza y las manos con sombrero y guantes negros, se ponía ropa interior y medias del mismo color y si usaba alguna alhaja debía ser negra. Se vendían perlas negras y grises y camafeos sin color para llevar al muerto en un colgante. Según la época se usaron crespones, que eran largos velos flotantes desde el sombrero hasta el suelo, y, en verano, tapados de seda negra. A los niños era común que sólo les pusieran un brazalete a los varones y un gran moño en el pelo a las niñas.
La corbata negra era obligatoria también para los que asistían al velatorio y entierro mientras que las mujeres se vestían de oscuro y con modestia. Entendamos que era obligatorio en un sentido moral, impuesto por la costumbre. La trasgresión era, simplemente, mal vista.
Velo de luto
Sombreros de Confitería
César Taibo 2006
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